Meditación de D.J. Conway y varios más, donde se hace énfasis en el ciclo de la cosecha y hasta en la experiencia de dar vida, como un paso para entender la experiencia del Dios que se sacrifica para brindarnos la oportunidad de existir.
Empieza a caminar y ve al campo de trigo que ves adelante tuyo, atraviésalo extiende los brazos, de tal manera que tus manos toquen las espigas, deja que cada hoja te cuente su historia, escucha con atención, poco a poco empiezas a escuchar una canción que se mueve con la calma de tus latidos del corazón.
Escucha con atención, en la canción se oye el movimiento de las nubes, el susurro de la humedad que contienen, el susurro suave del aire desplazado, la respiración de un planeta. Los árboles del paisaje agregan su conocimiento a la canción, como movimientos de una brisa a través de la arpa de sus hojas, mientras que cada pájaro agrega su propia expresión de la alegría al concierto de la naturaleza.
Mientras mira profundamente a una de las plantas del trigo, precipitadamente puedes detectar el flujo de la vida en las células de la planta, ya no estás percibiendo la planta sino la vida dentro de ella, siente como las raíces empujan hacia arriba y hacia adentro un flujo de bombeo, sientes la tierra como el viento se desliza a través de ti y mueve tus hojas. Respiras profundamente, deja que la clorofila corra a través de tus venas con claridad fresca, siente la fuerza de la vida, lo que significa crecer, solo siente, de pronto una cosquilla te recorre por el cuerpo, un escalofrío que no es de miedo, cuando te das cuenta que en tus manos están creciendo los frutos de la planta, puedes sentir un sentimiento de felicidad al haber logrado tu misión, al haber conseguido la meta. Goza de esta sensación por un rato. Lentamente, tu sentido se desliza detrás de la planta, poco a poco vuelves a tu ser, a tu forma habitual, date la vuelta y regresa por el camino que te puso en este campo, poco a poco vuelve a la realidad y abre tus ojos.