sábado, 18 de agosto de 2007

Atenea


En el arte clásico griego existen dos imágenes de Atenea bastante diferentes, la más familiar es la diosa severa, con yelmo y cinta, de paso firme y enorme escudo, la invicta virgen guerrera, guardiana de la ciudad, pero hay otra imagen más antigua de una diosa salvaje, coronada de serpientes, donde los áspides se enroscan en torno a sus cabellos y corona y sus cabezas rematan los pliegues de su túnica, sujetando firmemente una cabeza erguida del reptil en su mano izquierda.

Hesíodo, en su Teogonía, habla de una diosa, Metis, hija de Océano y de Tetis, pareja primigenia en el mito homérico de la creación y el equivalente de Apsu y Tiamat en Mesopotamia. Metis se convirtió en la primera esposa de Zeus, pero él descubrió que si su segundo hijo nacía perdería su poder:

Zeus, rey de dioses, tomó como primera esposa a Metis, la más sabia de los dioses y hombres mortales. Más cuando ya faltaba poco para que naciera la diosa Atenea de ojos glaucos, engañando astutamente su espíritu con ladinas palabras, Zeus se la tragó por indicación de Gea y del estrellado Urano. Así se lo aconsejaron ambos para que ningún otro de los dioses sempiternos tuviera la dignidad real en lugar de Zeus.

Pues estaba decretado que nacieran de ella hijos muy prudentes: primero, la doncella de ojos glaucos Tritogenia que iguala a su padre en coraje y sabia decisión…[…] Pero Zeus se la tragó antes para que la diosa le avisara siempre de lo bueno y lo malo.

Y él, de su cabeza, dio a luz a Atenea de ojos glaucos, terrible, belicosa, conductora de ejércitos, invencible y augusta, a la que encantan los tumultos, guerras y batallas.

En toda Grecia es la diosa de la ciudad por excelencia, la doncella armada que guarda la ciudad de enemigos exteriores y la organiza desde el interior. Palas, su otro nombre, significa “doncella”, como Partenón, la cámara de las doncellas que aun hoy en día se alza en la acrópolis como su templo. Nunca es madre natural de dios, diosa o humano, sino más bien madre adoptiva, amiga y consejera de los héroes de sexo masculino; aunque, en cierto sentido, es madre de la ciudad en calidad de patrona de la vida civilizada. Es la protectora personal del rey, como lo era la diosa de Creta.

Aún más antigua es su asociación con el colimbo y la lechuza. En un jarrón corintio del siglo VI a.C. Atenea aparece sentada en su carro; justo detrás de ella, posada sobre los caballos, se halla un ave con cabeza de mujer, identificada como un colimbo, una imagen tan arcaica revela que Atenea desciende de la diosa neolítica de las aves, cuyo equivalente era la serpiente cósmica, así como la diosa pájaro minoica y micénica


DIOSA DE LA SABIDURÍA

La diosa enseña a tejer, a trabajar con la lana, la carpintería y todas las artes manuales, cuyo éxito depende de la capacidad de tener en mente una imagen de finalidad.

En la imaginación griega Atenea inventó las bridas y el carro de caballos, ayudó en la construcción del caballo de madera con el que se derrotó a Troya, y también construyó el primer barco, es la representación de la acción civilizada como equilibrio entre la expresión de los impulsos y la acción de reprimirlos. El momento inicial en el proceso de control de un instinto podría perfectamente experimentarse como la acción de refrenar su urgencia con el fin de canalizarlo de un modo más efectivo.

Walter F. Otto, en su libro Los dioses de Grecia, llama a Atenea “diosa de la proximidad”, en un significativo contraste, las fuerzas descontroladas de los elementos, donde la fuerza se constituye en derecho, se convierten en el territorio de los dioses.

La diosa mantiene el control incluso en la guerra, en claro contraste con la furia salvaje e indiscriminada de Ares, a quien fácilmente derrota. Acude al lado de Aquiles cuando el héroe necesita autodisciplina y al de Ulises cuando necesita previsión y estrategia. En la Ilíada, Aquiles está dudando entre echar o no mano a la espada en su disputa con Agamenón:

Mientras revolvía estas dudas en la mente y en el ánimo

Y sacaba de la vaina la gran espada, llegó Atenea del cielo;

Por delante la había enviado Hera, la diosa de blancos brazos,

Que en su ánimo amaba y se cuidaba de ambos por igual.

Se detuvo detrás y cogió de la rubia cabellera al Pelida,

A él solo apareciéndose, de lo demás nadie la veía.

Quedó estupefacto Aquiles, giró y al punto reconoció

A Palas Atenea, terribles sus dos ojos refulgían

De manera significativa, Atenea se aparece en un momento de reflexión ocasionado por un enfrentamiento entre impulsos, como epifanía de la victoria del héroe sobre sus instintos desatados. De un modo similar, acude ante Ulises cuando se halla hundido en tristes pensamientos, para aconsejarle que, en vez de precipitarse a su palacio, se detenga un tiempo en conversaciones e indagaciones La diosa encarna la virtud de la contención, y sus ojos son emblema de una inteligencia lúcida que puede ver más allá de la satisfacción inmediata. En una ocasión planeó convertir en inmortal a un hombre llamado Tideo; pero cuando vio al héroe agonizante partir en dos el cráneo de su enemigo y engullir su cerebro, lo abandonó, llena de asco.

Lo que ofrece a sus protegidos es el buen consejo, el pensar cuidadoso o la previsión práctica, la capacidad de reflexionar y astucia.


Atenea y Medusa

Los antiguos orígenes sepentiformes de esta diosa se revelan en la leyenda de Medusa, a la que mata Perseo y cuya cabeza Atenea exhibe en su escudo. Medusa era la reina de las gorgonas, su cabello estaba formado por serpientes y la mirada de sus ojos convertía a los hombres en piedra. Originalmente, Medusa era una de las muchas nietas de Gea, la diosa tierra y el nombre Medusa de hecho significa señora o reina. Su rostro, no parece tanto griego como melanesio, en posición agazapada, con la lengua hasta la barbilla, los ojos abiertos en una amplia mirada y los brazos levantados, se asemeja al guardián del otro mundo de los cultos de Melanesia al cerdo, en los que era necesario dar en ofrenda a dicho guardián un cerdo para poder franquear las puertas. El efecto terrorífico de su mirada es el mismo que el de todos los guardianes cuya función es espantar a los no iniciados, y cuya imagen posiblemente se remonte a los leones paleolíticos. Además, en la leyenda griega, Medusa habita en los límites de la vida, en una cueva más allá del borde del día, es guardiana del árbol de las manzanas de oro, llamadas Hespérides, nombre que deriva del oeste, donde el sol se pone.

Atenea es quien hereda la cabeza, tal vez en virtud de la conciencia autodisciplinada, la que es capaz de convertir el terrorífico rostro del instinto en un escudo protector, quizá sea éste el significado del detalle en el que Perseo es salvado de la petrificación causada por la mirada de Medusa, lo que consigue gracias al espejo que le da Atenea, mediante el cual evita mirar directamente a Medusa, aunque puede verla reflejada en el espejo.

El reflejo, como la percepción de la imagen en el ojo de la mente, antes que la identificación instintiva inmediata con lo que se ve en el exterior, se revela así como la forma de afrontar y dominar el objeto que está en el exterior; más allá de esto, se sugiere que el objeto exterior que produce el miedo es, en último término, un miedo interno.


El mito de Atenea explora ante todo la cualidad de la reflexión, sus historias a menudo constituyen una meditación acerca del valor del pensamiento minucioso y pausado, o el del ver más allá de la reacción inmediata ante un acontecimiento. El hecho de que ayudase a tantos héroes implica que se recomienda el cultivo de esta virtud a aquellos que emprendan el heroico viaje hacia el autocontrol y la comprensión.