sábado, 4 de agosto de 2007

Meditación de luna llena

Relaja tus sentidos y desocupa tu mente, cuando estes listo comienza el viaje:

Es el atardecer de un claro día de finales de verano, y paseas por una arboleda llena de peras y manzanas, que cuelgan lustrosas de las ramas que se elevan por encima de ti como si esperaran ansiosas que llegara la cosecha de otoño. Dondequiera que miras estás rodeada por la generosidad de la madre naturale. A lo lejos, en la distancia, hay un campo de maíz con mazorcas doradas y verdes saliendo de cada tallo que piden ser recogidas. Más allá ves un verde melonar cerca de un lago de color azul-plateado.
Vas paseando despreocupadamente cuando, sin previo aviso, oyes un gruñido que surge justo delante de ti. Levantas la vista para encontrarte cara a cara conuna gran osa marrón. Aunque tu corazón late deprisa, la osa no tiene un aspecto amenazante, está de pue en el borde del jardín, mirándote profundamente a los ojos, le envías tus mejores deses esperando que ella sienta que no le deseas ningúnmal y sica con sus cosas, pero no hace la menor insinuación de alejarse.
Al momento vuelve a poner las patas delanteras en el suelo y camina hacia ti, para sorpresa tuya, empieza a dar vueltas a tu alrededor, frotñandose contra ti como un gatito. Te inclina instintivamente para acariciar su enorme cabeza. Con tus manos enredadas en el rueso pelo de su cuello, empieza a tirar de ti, llevándote fuera del jarín, hacia unas colinas aisladas que quedan al otro lado.
Confiando en la osa, permites que te lleve por las colinas hasta la boca de una cueva oscura. La entrada tiene forma de huevo y, a pesar de la oscuridad, resulta acogedora e invita a entrar. Te preguntas si ésta es la casa de la oso y, si es así el porque te ha llevado hasta ahí
A medida que te vas acercando a la boca de la cueva, la osa se queda donde está, aparentemente indiferente a lo que vayas hacer a continuación.
Entras en la cueva y te tomas un momante para adaptarte a la oscuridad. Tu instinto te lleva a penetrar más y más. Avanzas con cuidado pegado a las oscuras paredes hasta que, a lo lejosm divisas una extraña luz. Te diriges hacia ella pensando que puede ser otra salida de la cueva.
Cuando llegas hasta la luz te sorprende descubrir que procede una habitación cuyas paredes cristalinas brillan por sí mismas, desplegando todo el abanico de colores del arco iris. Aún te sorprende más comprobar que en medio de la habitación hay una mujer sentada sobre un trono de cristal, ¿cómo es?, ¿cómo está vestida?, la observas y notas que se encuentra en una etapa avanzada del embarazo, una corona de plata adornada de esmeraldas y piedras de luna rodea su cabeza. Su mano sostiene un cetro con una gran piedra en el extremo, y en su regazo hay un ca´liz de plata y piedras preciosas que emiten un aroma que te recuerda al de la miel.
La mujer parece irradiar n aura de poder casi invisible en el aire vibrante y plateado que te rodea.
Esa mujer parece intertemporal; podría tener veinte o cincuenta años, sus profundos ojos miran a los tuyos sin expresión de ningún tipo, le sonríes tímidamente, ella te devuelve el saludo con cálido entusiasmo y te indica que te acerques mientras te ofrece su cáliz.
Saluda, estas frente a la gran diosa madre, permite que tus sentidos dicten el resto de la meditación, presta atención al mensaje; cuando llegue el momento de marcharse, dale las gracias por su compañía del modo que te parezca apropiado, regresa al jardín donde comenzaste este viaje y poco a poco regresa al mundo.

(FUENTE: McCoy Edain, Magia y Rituales de la Luna)